Con esta pandemia, seguramente en algún momento te has preguntado cómo funcionan las pruebas rápidas de COVID-19, qué tan seguras son y si es confiable al ser un método tan sencillo.
Este tipo de pruebas no son nuevas en el mundo de la medicina, existen pruebas para miles de enfermedades, para detectar embarazos y todas siguen el mismo patrón de funcionamiento.
El problema al inicio de la pandemia, es que no existía como tal una prueba para detectar la enfermedad, pero con base en los conocimientos de pruebas anteriores, se sabe que existen dos maneras principales de detectar a tiempo una enfermedad: análisis de sangre y pruebas serológicas o de anticuerpos.
Al estar contagiado, el virus genera proteínas específicas de su ADN dentro de tu cuerpo, en el caso del COVID-19, se encuentran en el área nasofaringe, es decir entre la nariz y la faringe. Por lo que al aplicar este tipo de pruebas, la muestra se recoge directamente en esa zona.
La prueba PCR, que es el otro tipo de prueba, se obtiene de la misma manera, pero busca directamente el ARN del virus, para esto se necesita un proceso más largo de 24 hrs. en un laboratorio, ya que necesita de más elementos para detectarse.
La ventaja que se encontró en las pruebas rápidas fue la practicidad de éstas, ya que son fáciles de transportar y distribuir. Además, cuentan con un alto grado de especificidad y sensibilidad.
Gracias a estas ventajas, se pudieron detectar miles de casos a tiempo y sin tener que esperar 24 horas para los resultados, lo que facilitó la detección temprana y evitó que crezcan los contagios.
Ambas pruebas son eficientes y confiables, a pesar de su diferencia de precio de adquisición, siendo las más accesibles las pruebas rápidas y aunque en algunos casos se recomienda realizar los dos tipos de pruebas, si el resultado es positivo, no hay manera de que sea un resultado apócrifo.
Fuentes:
CDC: https://espanol.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/testing/self-testing.html